(ECM) Experiencias Cercanas a la Muerte


Pacientes en "muerte clínica" se recuperaron y contaron qué sintieron en aquellos momentos. Las ECM (Experiencias cercanas a la muerte) han sido estudiados científicamente. personas explican a LO PARANORMAL sus vivencias. 





¿Sabe alguien cómo es la vida tras la muerte? ¿Hay algo después? ¿Realmente todo termina? Hay quien defiende que, en el tránsito, la vida pasa por delante de nuestros ojos en forma de diapositivas ordenadas. Algunos sostienen que se atraviesa un túnel de luz y que el alma se separa del cuerpo y levita; otros, que familiares ya fallecidos se aparecen para dar un último mensaje. Sea como sea, hay personas que aseguran que “vuelven” de ese trance.

LOS ORÍGENES DEL ESTUDIO DE LAS ECM

Desde los años 70, la ciencia ha ido recopilando casos y estudiando datos de un fenómeno que, con cierta frecuencia, sucede a más personas de las que creemos. El origen del estudio de éstos fenómenos se lo debemos a dos científicos. Ambos trabajaban tanto como docentes en sus respectivas cátedras universitarias como atendiendo pacientes que a menudo fallecían. Uno de estos científicos fue Raymond Moody, que decidió recopilar todos los casos que se le presentaban. Cuando se acercó al centenar de testimonios los publicó en su primer trabajo: “Vida después de la Vida”.
Casualmente, al intentar dar un enfoque científico al estudio de éstos sucesos, se topó con los trabajos de otra doctora que había comenzado a aplicar el método de análisis científico a los relatos y vivencias de sus pacientes: la doctora Elisabeth Kubbler Ross, autora de “Sobre la muerte y el morir”. Así ambos, sin conocerse y en la distancia, fueron los pioneros modernos en este campo de investigación científica.

EN QUÉ CONSISTE UNA ECM

ECM es el acrónimo de "Experiencias cercanas a la muerte". La más común se refiere al recuerdo que le queda a alguien que "vuelve a la vida" tras un tiempo en el que su cuerpo ha estado clínicamente muerto. Pero hay casos en que el sujeto no es quien muere, sino alguien muy allegado a él que, a pesar de la distancia, visiona o presiente de algún modo la muerte de su ser querido. 
Cristina Lázaro, psicóloga, doctora en Antropología Social y experta en cuidados paliativos, centró sus tesis doctorales en las ECM. Según la doctora, las ECM podrían explicarse teniendo en cuenta cierto tipo de consciencia no ordinaria que podría estar alejada del cerebro y que en la mayoría de los casos estaría asociada a la cercanía de la muerte. 
A continuación presentamos algunos casos que han vivido experiencias cercanas a la muerte y que cuentan sus vivencias en primera persona. 

LOS TESTIMONIOS


"Comprobé que, lo que vi desde arriba, sucedió". 
ARTURO GÓMEZ ANDÚJAR
(49 años, responsable de logística de un almacén de suministros de fontanería, Valencia).
Arturo Gómez vivió una experiencia cercana a la muerte.
«Con 17 años, un día de verano, mi novia y yo decidimos ir a la playa en moto a hacer unas fotografías. De camino, al cruzar un puente, la rueda patinó y caímos al suelo. La moto y mi novia tuvieron suerte. La peor parte me tocó a mí. Salí despedido y paré con la cabeza de un golpe, sin casco, contra la valla del lateral.
Perdí literalmente el cuerpo y comencé a flotar, viéndome a mí mismo tendido inerte en el suelo con mi novia llorando agachada sobre mí. También recuerdo a un joven que corría hacia allí pidiendo auxilio. Pero la visión cada vez era más difusa porque yo no paraba de coger altura.
De pronto, mi ascenso flotando boca abajo se detuvo por alguien que me asió por la espalda. Quien quiera que fuera, con una voz amigable y serena, me preguntó “¿Dónde vas?” y sin dar opción a responder continuó “Éste no es tu momento. Tienes aún muchas cosas por hacer.”
Recuerdo que me volví para ver a aquél ser. Vestía una túnica blanca, tenía un pelo rubio algo largo y una cara que no se veía bien pero infundía confianza y tranquilidad. Meditando aún las palabras de mi inesperado interlocutor, de pronto me sentía como si fuera viajando cómodo y feliz en un vehículo grande y lujoso, con mucho espacio y un gran motor. Pero en seguida esa sensación desapareció y empecé a notar sangre.
Fue cuando realmente tomé consciencia de lo que me había pasado. Desperté en un coche que resultó ser del chico que desde arriba había visto correr. Vivía junto al puente, y al ver nuestro accidente acudió en nuestro auxilio. Dada la gravedad de mi estado, decidieron enviarme a la clínica San Juan de Dios de Valencia.
Ya en un quirófano, el médico que me atendió no daba crédito. Tenía múltiples fracturas craneoencefálicas. Precisaba suturas por las cejas, por la sien, por la barbilla, de hasta cincuenta puntos. Estaba vivo de milagro. Pero lo más increíble de todo es que yo me encontraba bien, no sentía dolor, ni siquiera me hacían daño al pasarme la aguja y el hilo. Estaba charlando y bromeando con las enfermeras como si nada grave hubiera pasado.
Una vez que todo acabó, comenté mi experiencia con mi novia y comprobé que lo que había visto desde arriba era exactamente lo que había ocurrido. Me ha dado mucho que pensar. No es, desde luego, algo que se vaya contando alegremente a todo el mundo.
Lo que me pasó me lleva a pensar que todos tenemos a alguien que está ahí, junto a nosotros, protegiéndonos aunque no lo veamos. También estoy convencido de que sí que hay vida después de morir: no como ésta, pero la vida continúa».

"Me tengo que ir. ¿No ves que me están esperando?"
JUANRA FERNÁNDEZ
(45 años, Director de cine, Cuenca).
Juanra Fernández
«Mi hermano sufrió un accidente de moto que, aunque en principio parecía resultar en alguna herida leve y sin importancia, se complicó al no detectarle una hemorragia interna que, una vez extendida, se hizo incompatible con su vida.
Una mañana, el teléfono sonó para alertarnos de la inminente llegada de su fin. Algo que desde luego es imposible de asimilar. Ninguno imaginamos que el día que cayó al asfalto impulsado por alguien que decidió saltarse una señal de stop desembocaría en una agonía tan rápida y tan compartida por toda la familia.
Todos sabíamos de la proximidad del momento más triste de nuestras vidas, todos menos él. Mi hermano permanecía ignorante de su gravedad, estaba consciente y lúcido, y así se mantuvo durante todo el día, una lucidez sorprendente en relación a su destino.
Los familiares intentábamos no agruparnos en la habitación del hospital para no despertar sospechas en el paciente. Mientras, mi hermano nos hablaba con normalidad. En un determinado momento se incorporó sobre la cama e intentó levantarse. Yo estaba a su lado en ese instante. Siendo ambos los únicos presentes en la habitación, le pregunté sorprendido qué adonde iba. Él respondió con la mirada fija en un punto en el que no había nadie: “Me tengo que ir. ¿No ves que me están esperando?”. Sorprendido aclaré que no había nadie ahí, pero él insistió señalando hacia ese punto vacío.
No fui el único de los que ese día le acompañamos que le escuchó decir cosas similares, incluso llegó a describir a uno de los que habían venido a buscarle, refiriéndose a él con toda naturalidad y como si le conociese perfectamente, añadiendo: “Mirad que guapo está”.
Esa noche murió. Se fue. Yo espero dentro de mi tristeza y de la de todos los que le echamos de menos, que se fuera con alguien que le quiera tanto como nosotros».

"Estando en el fondo del mar apareció un ser"
MARIA LUJÁN Y MARIA JOSÉ NAVARRO ZABALLA
(48 años, empresarias de hostelería en las Negras, Almería).
María Luján y María José Navarro
«Somos hermanas gemelas y esto nos ocurrió siendo unas niñas de 7 años.  Estábamos con nuestra madre y su hermana en una playa alejada de la ciudad, donde no hay mucha gente ni vigilancia. Nos metimos solas en el mar para bañarnos en un lugar más alejado. No nos dimos cuenta de que nos acercábamos a una zona peligrosa. El fuerte oleaje nos arrastró mar adentro hasta que no pudimos hacer pie por la profundidad. Luchando por mantenernos en pie, dábamos saltos desde el fondo para coger aire, pero cada vez cubría más. No podíamos nadar y la corriente nos llevaba.
Agotadas y sin fuerzas, dejamos de luchar y nos hundimos. Sabíamos que íbamos a morir. Ya no podíamos respirar y la angustia por ahogarnos dio paso a una inmensa paz. Pero de pronto, estando en el fondo del mar y sabiendo que había llegado ya nuestro fin, apareció un ser que nadó hacia nosotras. Era un hombre que veíamos sin nitidez, como a trasluz. Parecía ir vestido como de buzo antiguo, con casco de inmersión de un relato de Julio Verne. Rápidamente me sacó del fondo del mar y me dejó en la arena, Como le pedí que sacara a mi hermana, sin dudar un momento fue por ella y la trajo.
Descansamos y nos recuperamos del casi ahogamiento que vivimos. Ya repuestas, nunca más hablamos de quien nos rescato. Siempre ha sido para nosotras algo muy íntimo; una experiencia personal e inexplicable. ¿Quién pudo ser aquel ser que nos rescató de aquellas playas salvajes?». 

"Mi padre, joven, vino a despedirse de mí"
CRISTINA DOMINGUEZ SARCEDA
(48 años, Soprano, Madrid).
Cristina Domínguez
Cristina Domínguez Cedida
«Mi padre falleció un 24 de Febrero del 2015. Lo enterramos dos días después y vivimos todo aquello como si fuera una película, que la ves pero que no te está pasando a ti. El sepelio se celebró tan rápido que casi no nos dimos cuenta. Esperábamos que el sacerdote le dedicara unas palabras o que dijese algo más, pero fue un rito muy poco personal, muy metódico, la misa del día tal. Sólo mencionó que se había dedicado a mi padre pero nada más, y cuando nos quisimos dar cuenta, ya estaba enterrado y procedían a cerrar la tapa.  
Nos fuimos todos de allí, y yo, que estaba agotada, me marché a mi casa a dormir. Llegó la noche y lo digo clarísimamente: mi padre vino a despedirse de mí. Me lo encontré, pero además joven, moreno, guapo como él era. Me estaba mirando con una sonrisa preciosa y con una mirada de amor única. Lo decía todo. Me dijo.”Estoy aquí aún. No me he ido todavía porque tenía que venir a despedirte”. Me dio un vuelco el corazón.
Estaba junto a mí, en mi cuarto, pero al mismo tiempo como en un entorno hospitalario, y muy joven. Pero aquella aparición, lejos de asustarme, me dejó como reconfortada. Quedé con una paz tan profunda, que estaba segura de que mi padre estaba bien».

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